Veronik Liberal

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jueves, 5 de septiembre de 2013

"Siempre, tú serás mi juguete"



Aún faltaba tiempo para que llegase Alberto  así que colocó enfrente del ordenador para curiosear un par de páginas webs.
Habían quedado en casa de Vero. Después de tanto tiempo sin verse lo que más le apetecían era disfrutarse de uno y del otro.

Abrió dos pestañas, en una escribió  www.lamaletadelplacer.es  y en otra www.lamaletademorgana.com/es . Tenía ganas de experimentar con los juguetes sexuales pero nunca se atrevió  comprar ninguno, a pesar de que fuera a un sex-shop dos veces. Al principio se aturullaba con tanta información y tantas fotos pero a unos cuantos cliks ya se aclaró. Estaba tan absorta que no escuchó el timbre. Al poco tiempo su móvil que estaba encima de la mesa del escritorio se iluminó con el nombre de Alberto. Ella al verlo contestó.
-¿Dónde andas? Toqué el timbre y no saliste
-Pues no lo escuché. Estoy dentro. Ahora mismo voy

Abrió la puerta y allí estaba él. A ella se le caía la baba cada vez que lo veía y lo que más deseaba era gozar con él.
-¿Qué estabas haciendo para no enterarte?
-Hacer hacer, nada…

Y sin dejarle terminar, la atrajo hacia él por la cintura. Ubicó sus manos en las mejillas, acercó su boca a la de ella parando a escasos milímetros y dejándola entreabierta. “¡Dios! Apenas me hace nada y me pongo como una perra” Pensó Vero. Se muerde el labio inferior, lo relame y acerca más su boca a la de él, mientras, él baja sus manos por los hombros hasta llegar a las manos de ella. Cuando ella se dispone a saborear su boca, él echa su cara a un lado. Y en un visto y no visto la gira, dejándola de espaldas a él. Agarrándola por las muñecas y pegándose a ella le susurró:
-Hoy estoy muy travieso
-No me digas.-dijo quitándole importancia- Dame un momento, voy apagar el ordenador
-A saber que estarías viendo niña, lo voy averiguar…
-Umm, juguetes sexuales…así que no solo yo estoy travieso…- Vero le lanzó una mirada cómplice y se dispuso apagarlo.
-¡Listo! dime… ¿por dónde íbamos?


Y agarrándola de las muñecas y colocándola d espaldas a él  le preguntó:
-¿Estás segura de querer saberlo?
-Por supuesto- Aunque ella disfrutaba de aquello. Le excitaba. Se le estaba empezando a ser  una eternidad  besarle, acariciarle, morderle, lamerle…

Tal como estaban, Alberto la acercó al ventanal de la sala, desde allí se veía la sala de los vecinos y ellos dentro.
-Quiero que seas de use y disfrute hoy para mí, y a la vista de otras personas. Ya sabes mi faceta de exhibicionismo.
“Uff ¿justamente con los vecinos?” Pensó ella. El sentirse sometida a él le ponía tanto que era capaz de aceptar la propuesta sin miramientos.

Sin dejar de acariciar su anatomía se colocó enfrente de ella y sin más consideración le desabrochó el vestido de arriba abajo dejándola en ropa interior. Un sujetador y culotte a juego, de negro. Se los quitó lentamente percibiendo las sensaciones de su piel. Se colocó de nuevo detrás y  deslizó los dedos  desde la espalda hacia los pechos. Ahí, sujetó los pezones, y mientras se los pellizcaba le murmuró:
-Como pude apreciar antes, te gustan los juguetes, así que voy a sacar uno. Estate quieta  así, querida.
Mientras él lo sacaba de su bolso, Vero miraba a los vecinos. Era una pareja joven. Se habían instalado allí hace poco y pocas veces se cruzó con ellos.
-¿Notaron tu presencia?-Preguntó él mientras le ponía unas esposas en las muñecas.
-Él echó una ojeada rápida. Se quedó algo expectante.
-Bien- mostrando una sonrisa malévola.


Volvió de nuevo enfrente. Sus miradas chocaron, lo que ella callaba con la boca lo decía con los ojos. Los dedos de Alberto volvieron a pellizcar y a tirar un poco de los pezones rosados. Ella se retorció de placer. Agarró sus pechos y con ansia los lamía, los acariciaba, los juntaba. Con su lengua inquieta rozaba las aureolas, formando círculos de saliva para acto seguido succionar lo marcado.
-Así me gustan los pezones, duros y oscuros.

Para ella, era una liberación de la tensión que había manifestado. El morbo de la situación.
Los dedos de él descendieron hasta el pubis. Pudo notar que cada vez que rozaba tan sutilmente, el cuerpo de ella se sobresaltaba. En ese momento, cogiéndola desprevenida, fue a tocarle los labios con su lengua. Se separó. Esperó un minuto para ir ferozmente a besar aquella boca, que lo pedía a gritos. Durante un rato danzaron sus lenguas, mordisquearon y succionaron los labios, hasta que él decidió parar.
Vero empezaba a sentirse incómoda con los brazos atrás y agarrados por las muñecas.
-Shhh, tránquila…todo tiene su recompensa.

Alberto quería ver si los vecinos estarían mirando, por lo que como quien no quiere la cosa, mientras magreaba a Vero, se puso detrás ella. A la vez que besaba su hombro veía sutilmente de frente. Comprobó que la pareja miraba descaradamente. La chica, vestida, manoseaba la polla de su chico, desnudo. Eso todo hizo que Alberto se enderezara, viéndolos a la cara. Y que su mano derecha palpara bien el culo de Vero. Dos de sus dedos se escurrieron por él hasta llegar al sexo. Muy húmedo. Los deslizó suavemente de arriba abajo por los labios mayores. Otra vez. Y otra vez.
La respiración de Vero se hacía cada vez más acelerada y entrecortada. Su cuerpo se estremecía ante cada caricia en su sexo. Fue cuando él decidió introducir los dedos lentamente, y hasta el fondo. Sintiendo cada rincón dentro de ella. Dejándolos ahí dentro y quietos durante un rato, observó de nuevo a los de enfrente. Ella estaba agachada y de espaldas, él de pie con la cabeza ligeramente echada hacia atrás.
-¿Y si los invitamos?
-¿Y cómo vas hacer?- preguntó Vero
-Las señas son mundialmente conocidas
-Si es que te ven. Míralos, bien entretenidos que están.
Él, con su mano izquierda, agarró el pelo de ella y tirando de él le susurró:
-Nosotros también. Sé perfectamente que estás disfrutando con cada paso que hago- mientras, sus dedos jugueteaban dentro de ella.


Le soltó el pelo y se dispuso  pajearle. Con un ritmo acelerado y con pausas intermedias. Los gemidos de ella se convertían en gritos ahogados.
-¡Oh, sí nena! Grita, grita

Y con un ritmo más frenético le introducía y sacaba sin compasión. Ella se movía al son hasta que su cuerpo se tensó. Sus ojos estaban cerrados y la boca entreabierta lanzando un alarido de placer.
Enseguida, Alberto le quitó las esposas y la sentó en el sillón. Fue al ventanal y miró a la chica que  le estaba viendo con una sonrisa picarona mientras le guiñaba el ojo. Él le correspondió con otro y le indicó con la mano un adiós.

Se acercó a Vero, le acarició la mejilla, muy suavemente. Le besó en la boca dulcemente y le murmurró:
-Siempre, tú serás mi juguete
Ella esbozó una sonrisa y con sus dedos rozó los labios de Alberto.



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