Veronik Liberal

Veronik Liberal

domingo, 29 de diciembre de 2013

A cuatro manos

Era Sábado. Sábado 21 de Diciembre. Vero había quedado esa noche con una pareja. La había conocido tres años antes. Ana y Carlos. El día que se conocieron, él ya mostraba su desparpajo y ella su dulzura. Con el tiempo, en sus charlas y citas afloraba el feeling que había. La confianza aumentaba a un nivel vertiginoso. Quedaban con frecuencia y a veces con más gente. Grandes momentos había vivido con ellos. 


Acabó de arreglarse pintando los labios de gloss rosa. Mirándose al espejo, comprobó que el último corset que compró era todo un acierto. Cogió el abrigo, el bolso y se fue para el coche. Arrancó y se dirigió hacia su destino, a la casa de la pareja. Tantas veces había ido ya, que se sabía el camino de memoria. Al llegar, tocó el timbre y se abrió el portal. En cuanto estaba entrando con el coche, Vero veía  a Ana toda sonriente. A lo que le correspondió. 

Ana era una chica morena, de estatura media, unos ojos negros vivarachos y que se caracterizaba por su humor negro. A Vero le encantaba muchas cosas de ella, pero lo que más su optimismo y lo dicharachera que era. 

-Carlos está al caer. – Dijo Ana cuando Vero salió del coche. 

-¡Vale! No te preocupes. 

Se dieron dos besos, un abrazo  y entraron a la casa. 

-Acomódate, ya sabes que estás como en tu casa. – Le dijo indicándole el salón. 

Pero Vero no se sentó. Se paseó por el salón echándole vistazo a todo lo que se encontraba. 

-¡Uy! ¿Ya andas a husmear? – Y se escuchó una carcajada de Carlos. 

-Y más que puedo cotillear... – Sonrió pícaramente ella. 

Se acercaron y se dieron dos besos muy cariñosos. Enseguida se enzarzaron en una conversación animada que fue interrumpida por Ana. 

-¿Bueno que, cari? ¿Nos comemos unos a los otros o terminamos de preparar la cena? 

-¡Pues no es mala idea el comernos ya! – Contestó Carlos con tono picarón y soltando  una risotada. 

-¡Venga! Que os acompaño a la cocina y os echo una mano. – Dijo Vero – Me refiero  la comida, ¡bicho! – Y le dio una palmada al culo de él. 


Entre pitos y flautas terminaron de calentar la comida, de colocar la mesa del salón y de abrir una botella de vino blanco Rías Baixas. Cuando se sentaron los tres, Ana comentó: 

-Quedaos quietos, voy hacer una cosa. 

Se levantó y sacó de un armario cinco velas alargadas. Las colocó en puntos estratégicos y les prendió fuego. Apagó la luz y se colocó en su silla. Había la suficiente iluminación como para verse y cenar en un ambiente más íntimo. 

-Eso, a los hombres no se les ocurriría nunca.- Dijo ella entre risas. 

-Pero otras cosas sí… - Le espetó él con tono pillo. 

A Vero le salía la sonrisa tonta, disfrutaba con aquello. 
La cena fue distendida, hablando de diversos temas, a veces serios pero en un santiamén se tornaban a divertidos. Como la vida misma. Para ella se había parado el tiempo y no existía nada más que aquella velada tan íntima con ellos. Saboreaba cada momento. Cada vez sus miradas eran más intensas y las sonrisas más traviesas. Al terminar el postre, Ana se ausentó del salón y Carlos se levantó. Y se colocó detrás de Vero. Apoyó sus manos en los hombros desnudos de ella y empezó a masajearlos. Acercó su boca a la oreja y le susurró: 

-Lo que te espera… ¡Rubita! 

Al poco rato apareció Ana lanzando una mirada a su novio y comentando: 
-Acompáñanos… 


Caminaron  hacia la habitación. Cuando abrieron la puerta, Vero se sorprendió. La estancia estaba iluminada con  muchas velas pequeñas y olía a incienso. La cama estaba levantada (tenía un  mecanismo) y había una colchoneta con varios objetos cerca. Aparte de los muebles que había. 

La rubita empezó a percibir caricias por el pelo y la espalda. Los dedos de Carlos se entrelazaban con los mechones. Las yemas de los dedos de Ana rozaban cada centímetro de la piel desnuda de su espalda. Se giró a la derecha y topó su nariz con la de él. Quedando a escasos milímetros de la boca entreabierta que pedía un beso suyo a gritos. Que enseguida fue saciado con beso muy despacio y muy profundo. 

Notaba que el corset se iba aflojando. Se giró a la izquierda y veía a la morena relamiendo los labios. Le pareció tal tentación que los saboreó con avidez. El chico terminó de quitarle el corset y lo retiró despacio. Sus pechos redondos y grandes quedaron a merced de Ana. La vista de esta se desviaba hacia ellos, observándolos con detenimiento hasta que decidió acariciar con sus dedos los pezones rosados. Poniéndose duros y oscuros. Los pellizcó como ella sabía y veía a Vero cerrando los ojos y lanzando un gemido de placer. 

Mientras, Carlos observaba todo. Momento que aprovechó para bajar la falda a Vero, y las medias de rejilla. Para retirarlas. Dejándola solo con el tanga puesto. La mano izquierda de él, totalmente abierta, se posó en su  zona cervical. Para deslizarla lentamente por la espalda hasta la zona lumbar. Ahí colocó las dos manos. Acarició haciendo círculos y presionando ligeramente. Ana situó sus manos en la cintura de Vero. Que fueron reptando, notando su piel suave, al pubis.  Ahí, con los dedos posados encima del tanga, hacía movimientos verticales que fueron descendiendo a su sexo. Fue cuando la rubita empezaba a resoplar. 

-Túmbate en la colchoneta boca arriba. – le murmuró la morena. 

Obedeció y se quedó totalmente a la expectativa. Mirando a un lado, a Carlos, y a otro, a Ana. Se desnudaron quedando en ropa interior y se sentaron. Carlos a la derecha y Ana a la izquierda. Ana le pasó un bote a su chico. Él lo abrió y echó un poco del líquido que tenía dentro en una palma de su mano. Frotó vigorosamente con la otra y se levantó. Con las palmas embadurnadas las posó en los hombros de Vero y empezó a deslizarlas. Recorrieron por los pechos con movimientos envolventes. Descendieron a la barriga haciendo ligera presión. Se movieron  en dirección contraria sin parar. 

-Es el momento cari. – Dijo en tono bajo Carlos. 

La novia cogió un mando y enfocándolo hacia una minicadena, que había encima de un mueble, pulsó un  botón. Empezó a sonar una melodía. Mientras Vero pensaba cual era, veía a la morena echando un poco de aceite en sus manos que enseguida transitaron por el resto de su anatomía. 

-Cierra los ojos. – Le susurró Ana. 

Así lo hizo. Sentía cuatro manos moviéndose con soltura y totalmente coordinadas por su cuerpo. Y se dio cuenta de que melodía era la que sonaba: 

Antonio Vivaldi-Las cuatro Estaciones "Invierno" 

Cuando era el estribillo notaba como si Carlos estuviera tocando las teclas blancas y negras de un piano sobre su barriga. La morena, en ese momento, le estaba rozando el canalillo y los pechos. La sensación que tenía Vero era muy grande, sin adjetivos para calificarlo. Estaba totalmente relajada. Todo había ayudado, la iluminación, el olor, la música, la compañía,  lo que notaba en su cuerpo… 

Ana y Carlos se vieron entre ellos. Y a Vero con una amplia sonrisa. Habían logrado regalarle un momento relajante. Decidieron arrimarse, sin dejar de tocar a la rubita, para darse un beso muy húmedo. Los dos se acercaron a la  boca de ella, con sus lenguas bordearon los labios. Vero instintivamente entreabrió la boca y  sacó su lengua. Los tres entrelazaron sus lenguas y mezclaron sus salivas. Los cuerpos se movían al unísono, acariciándose, entre ellos tres, abarcando toda la superficie posible y con más energía. El momento se transformó en excitante y la rubita dijo: 

-Me desconcertáis chicos… 




miércoles, 27 de noviembre de 2013

Viajando al fin de la noche



Ante el plan imprevisto, me fui apresurada a vestirme. Mis pensamientos andaban a mil por hora, no sabía que ponerme. Así que decidí parar dejando mi mente en blanco y viendo la ropa que tenía en el armario.

***

Vero se había conectado al “msn” como costumbre. Cuál fue su sorpresa que vio conectado a Manu, y más que le hablara. Pasados un par de minutos ella aceptó con timidez la propuesta que le hizo él.
En el fondo, le encantaría verle, pero ir hasta su trabajo le imponía algo. Él le dejo claro que no había ningún problema, que estaba solo trabajando de vigilante de seguridad. Él le mandó un par de indicaciones para que supiese en donde estaba. A Vero no le resultaba complicado, conocía la zona.

***

“¡Listo! Esta falda verde con la blusa negra” Consideré al final.
Me vestí pensando en todos los momentos que tenía con Manu. Era de los pocos chicos que me ponían cachonda con una simple mirada. ¡Y lo  hacía todo tan bien! Me coloqué el abrigo, cogí el bolso y me fui para el coche. Arranqué y me dirigí hacia la nave en donde estaba Manu. Se notaba que era la noche del domingo, muy poco tráfico. Llegué rápido y aparqué justo detrás de su coche.

Al acercarme al portal con paso ligero le mandé un toque al móvil, conforme estaba allí. Escuché el portal abrir y apareció él. Mis ojos se abrieron como platos. ¡¡ Como le quedaba la ropa de vigilante!! La sonrisa que mostró Manu hizo que me empezara  humedecer.
-Pasa Vero.- dijo él


Nos adentramos hacia la garita y nos dimos dos besos de cortesía. Empezamos a hablar un poco de nuestras vidas. Hacía bastante tiempo que no sabíamos uno del otro, había tenido un viaje  de curro. Mientras charlábamos, yo no paraba de observarle. La ropa de vigilante le  hacía más corpulento de lo que era, y la pistola sujeta a un cinturón imponía mucho más. A veces me pillaba cuando quería ver hacia su paquete. Aunque no quisiese, mis colores salieron a relucir. Notaba calor en mi cara y cada vez más en el resto de mi cuerpo.

-Creo que a la conversación no le estás dando demasiada importancia, ¡eh, niña!- dijo mientras se acercaba a mí.
-Yo te estoy escuchando…- le  contesté esbozando una sonrisa.
-Ya…ya…- mientras, desabrochaba los botones de mi abrigo.
“¡Dios, que morbo! Así vestido y aquí, ¡en su curro!” Pensé.
Me quitó el abrigo y me susurró:
-Y si subo mi mano por tu muslo derecho interior, ¿pasa algo?
De mí boca salió un resoplido que no pude evitar. Intentando mantener la compostura le contesté:
-¿Qué va a pasar? Nada
- Entonces…habrá que hacer otra cosa…-mientras, su mano ascendía por mi muslo derecho interior hasta el pubis-¿y si acaricio ahí?

Parecía una bomba que iba a explotar. Como siguiese ya no podía controlarme. Ante la ausencia de mi contestación, decidí llevar mi dedo índice a la boca de Manu, que enseguida lo lamió con avidez y mirándome con deseo. Retiró su mano del pubis y cogiéndome de la mano izquierda dijo:
-Ven conmigo.


Cerró la puerta  y le seguí. A poca distancia llegamos a otra puerta que ponía en un cartel “Enfermería”. Entramos y él se dispuso a quitar el cinto en donde estaba la pistola y más objetos.

Se arrimó a mí y empezó a acariciar mi pelo largo con su mano izquierda. Su mano fue descendiendo hasta mi cadera. Se pegó más a mí y su boca entreabierta se topó con  la mía. Notando sutilmente los labios suaves enseguida nos fundimos en un beso rápido y brusco. Y sin parar de devorarnos desabrochó mi blusa. Se retiró y contempló mis pechos cubiertos por el sujetador blanco. Dejé pasar un par de segundos y decidí colocarme de espaldas a él. Moviendo mi culo de derecha a izquierda, notando como crecía su polla. Él, mientras, liberó mis pechos del sujetador. Los acariciaba de mil formas posibles. Mi excitación subía por segundos. Deseaba follarlo ya, pero quería disfrutar más de aquel momento, de aquel…morbo. Sus labios besando mi hombro, mi cuello, buscaban mis labios. Que rápidamente se deslizaron de nuevo con avidez. Sus manos bajaban  hacia mis piernas para subir mi falda. Sus dedos rozaron mi pubis cubierto por el tanga. Paró y decidió quitarme el tanga. Quedé totalmente expuesta a su merced. Siguiendo en la misma postura, me manoseaba continuamente. Mi respiración se volvía más acelerada y entrecortada.

-¡Que buen trabajo haces con tu culo!- Exclamó él.
-Y mejor que lo puedo hacer con mi boca.- Me di la vuelta, y me agaché.

Desabroché el pantalón con su ayuda, bajé la bragueta y bajé el calzoncillo. ¡Menuda erección tenía! Sin contemplaciones, abrí mi boca y la introduje hasta el fondo. Con la habilidad de mi lengua y labios estuve un rato chupándosela y succionándosela. Mientras, mi mano derecha instintivamente acariciaba sus testículos.

-¡Uf! Para nena.- Dijo Manu- Apóyate en la camilla.

Chorreando estaba aunque no tocara mi sexo. Apoyé mis manos en la camilla poniendo mi culo en pompa. Enseguida noté una lengua recorrer mi coño. Muy despacio y queriéndose meter. También la noté en mi clítoris. Ahí, la rozó de tal manera que mi cuerpo vibró de placer. Lo que sentí enseguida fueron dos dedos adentrarse en mí  a un ritmo rápido. No cabía ninguna duda, estaba muy lubricada.

“¡Uf, uf y uf!” – Expresé en alto.

Las manos de Manu se apoyaron en mi cadera para clavarme su polla dura. Al principio muy despacio. Luego fue aumentando de ritmo hasta que paró. Y cogiéndome desprevenida dio pequeños golpes a mi sexo hasta que percibí que me la introducía de nuevo. Esta vez muy rápido. No paraba de gemir, pero intentaba no gritar. Era consciente en donde estaba. Llegó un momento en el que las embestidas de él se convirtieron movimientos al unísono. Y juntos llegamos al clímax. Tensando nuestros cuerpos, él lanzando un resoplo de placer y yo gimiendo como nunca. Al retirarnos  nos dimos un beso muy dulce.
 
Cuando me disponía a vestir Manu me comentó todo sonriente:
-Así da gusto trabajar
-Pues tendrás que hacerlo más veces.-  Estando también toda sonriente.
Él hizo un gesto de aprobación. Terminé de vestirme, él de poner el cinturón y fuimos hacia la garita. 

Cogí mi abrigo, mi bolso y le susurré a Manu:
-Habrá que estrenar la garita…
Le exhibí una sonrisa pícara y nos despedimos con un beso muy afectuoso.



miércoles, 16 de octubre de 2013

Sensaciones en la ducha



Sonriente, pensando en el momento divertido que acababa de tener, bajó las escaleras para ir a la ducha. Al mirar que había una ocupada se adentró en la libre. En cuanto quiso abrir el grifo, escuchó:
-¡Vero!
Conocía la voz así que se asomó con picardía.
-No llego a mi espalda, ¿me das?- preguntó Carlos, exhibiendo una sonrisa cautivadora.
“No le voy a negar tal ayuda. Está totalmente pringado de sirope de chocolate”  Pensó ella. Entre risas y miradas le dio con la esponja por toda la espalda. Y el culo…
-Ya estás para otra
-Ahora date la vuelta, que también tú has llevado de lo lindo- dijo él riendo.
“Que graciosete” fue el pensamiento de ella.

Con la mirada perdida sentía la suavidad de la esponja recorriendo cada centímetro de su espalda. Él enseguida le dio la vuelta. Siguió dando por los hombros, pechos y el ombligo. Las risas se habían disminuido y se fueron convirtiendo en sonrisas picaronas. Una mirada de Carlos previó a Vero lo que iba a ocurrir. Lo conocía tan bien…
Con el grifo cerrado, sus labios se unieron para dar paso a un beso muy suave. Muy profundo. Hasta saciar la sed que se tenían uno del otro. Las manos de él no paraban de acariciar la piel mojada de ella. Las  manos de ella correspondían con lo mismo. Enzarzados, sus  besos aumentaban de ritmo y presión. La excitación de ella iba muy rápido. No se esperaba aquel momento con Carlos en aquel lugar. Las manos grandes de Carlos se posaron en los pechos grandes y redondos. Los manoseó, los miró con deseo y  fue a deslizar su lengua por ellos. De vez en cuando veía la expresión de Vero. Le encantada  observar la mirada que ponía. Paró y dijo:
-Fíate de mí, déjate llevar rubita.
“Bueno…algo va hacer” pensó ella. Exhibiendo una sonrisa, asintió. 

Él, abrió el grifo de la ducha. Cogió a Vero y, con cautela, la colocó debajo. El agua mojó su pelo rubio y fue resbalando por toda su cara y cuerpo. Ella no pudo evitar lanzar un grito de sorpresa ante la caída repentina de tanta agua encima. Carlos, le echó el  pelo hacia atrás y se colocó también debajo. Empezó a besarla. Los dos notaban la caída del agua sobre ellos mientras se sumergían en un beso muy lascivo. Pasada la sorpresa,  que para ella fue como una subida de adrenalina, se sentía como si estuviera debajo de una cascada.

Las manos, de los dos, correteaban por toda la anatomía de ambos. Como si fuera la última vez: se sentían, cada centímetro de sus pieles, se miraban con sinceridad, se sonreían sin timidez. 

Los dedos de él bajaron por el cuello de Vero. Pasaron por los pechos. Bajaron al ombligo. Descendieron al pubis. Ahí se detuvieron y  se movieron muy despacio. 

Los dedos de ella se introducían en la boca de él. Pasearon por el cuello. Rozaron los pezones. Bajaron al sexo. Dos dedos hacían un masaje rítmico a la polla. Cuanto más lo acariciaba más se alargaba. A Vero le encantaba notar la erección. Se deleitó en aquella sensación hasta que Carlos le mandó parar. Entonces, ella decidió agacharse. Su boca se encontraba enfrente de la polla rígida. Sacó su lengua y la pasó por el glande. Decidió colocar sus manos en las caderas de él. Y apoyó sus labios en el capullo. Fueron resbalando, ayudados por el agua de la ducha, hasta el fondo. Carlos lanzó un gemido ahogado e instintivamente echó las caderas hacia adelante. Ella mantuvo por unos segundos la polla quieta dentro de su boca. Luego la recorrió en sentido contrario dejando rastro de su saliva. Y empezó a mover rítmicamente su boca de arriba a  abajo. Su mano derecha se escapó  hacia la zona del perineo, para masajearlo suavemente y circularmente. Carlos no paraba de resoplar y mirar como lo hacía. Ella, como si lo adivinara, miró hacia arriba, coincidiendo sus miradas. Sabía que le excitaba. Eso hizo que él le agarrara  de la cabeza y marcara el ritmo. Hasta tal punto que eyaculó en su boca. A ella le gustaba que se corriera en su boca aunque luego no lo tragara. 

Al terminar él le regaló un beso muy pausado. Y sin afán de acabar, su mano derecha descendió al sexo de Vero. Con dos dedos rozó la zona con círculos. Un dedo se deslizó hacia abajo y dentro de ella. Y al mismo tiempo, el otro por el clítoris. Con un ritmo rápido y constante la estuvo estimulando. Ella cada vez jadeaba más, su cuerpo se estremecía más. La mirada desafiante de Carlos hizo que  fuera fulminante para llegar al gran orgasmo. Al relajarse vio que Carlos le acercaba el dedo impregnado de sus flujos a la boca. La abrió y lo saboreó.

Sus miradas hablaban y no hacía falta decir nada. Se pusieron las toallas y subieron. Al llegar, se encontraron con la novia  de Carlos. Mirándolos con diversión y sonrisa traviesa.
-¡De tu marido no se puede fiar!- exclamó Vero entre risas
Aquel momento fue interrumpido cuando empezó a sonar  " Gotan Proyect- Milonga de mi amor" . Al escuchar esa canción los tres se miraron con complicidad.


domingo, 29 de septiembre de 2013

Reflejando el momento que tanto ansiaban



Sus dedos se tambaleaban cuando cogía la taza de café. La impaciencia le traicionó y al querer darle el primer sorbo se quemó un poco los labios. Su cabeza solo tenía un pensamiento. Manuel. Tan absorbida estaba en su pensamiento que ni se percató del alboroto en la entrada de la cafetería en la que estaba. Ni se hubiera imaginado que después de cinco años lo conocería.

Coincidió con él en un foro  de temática liberal. Sin saber porque tuvo curiosidad por él pero quería ser cauta. Le sorprendió que después de un tiempo entrelazando posts por el foro que él le mandara un mensaje  privado. A pesar de querer conocerlo lo miraba muy lejano. Empezaron a tratarse virtualmente. Se sentía emocionada. Tenía educación, respeto y nada impaciente.

Después de casi un año tratándose, sin saber el motivo se dejaron de escribir. Pasados unos cuantos años lo encontró en una red social liberal. Se alegró dar con él e inició un día una conversación con él. No llegaron a ninguna conclusión porque dejaron de hablarse, pero lo que sí estaba claro es que estaban contentos de relacionarse de nuevo.

Con la mirada fija al café no dejaba de removerlo cuando escuchó:
-¡Hola rubita!

Había sido puntual. Estaba enfrente ella mostrando una gran sonrisa y unos ojos castaños muy brillantes.

Levantó la vista y sus miradas de toparon. Por  unos segundos se sentían solos en aquel lugar. Ella se relamió los labios y se levantó para darle dos besos muy cerca de los labios.

-Muy buenas Manu
-Y tan buenas con tu presencia ¡qué guapa! Más que en las fotos.- Haciéndole un guiño-¡da un giro para verte bien!

Con algo de timidez lo hizo. Llevaba un vestido negro que llegaba hasta las rodillas. Atado al cuello con unos tirantes que realzaban sus pechos. Con un cinto que marcaba sus cadera. Unas medias de rejilla y unos zapatos negros.

Él se arrimó a ella y le murmuró mientras la acariciaba la mejilla:
-Tú pensando en cómo vestirte y yo en como desnudarte
-¡Que original! – Comentó Vero para enseguida reír.- Voy a pagar mi café.


Comenzaron a andar hacia el coche de Manu. Los nervios de ella se fueron disipando y hablaba con Manu como si se conocieran de toda la vida. Habían hablado bastante antes, aparte congeniaban mucho. Al llegar al coche se adentraron.

-¡Vamos hacia allá! Hay que aprovechar la reserva que hice.- Dijo él mirándola de reojo. Ella sonreía por lo bajini.

Las sospechas de Vero se confirmaron cuando llegaron a la entrada del "Motel Venus". Lo conocía, mucha gente le hablaba bien del sitio, pero ella nunca fue. 

Una vez dentro de la habitación, ella la observó entera y con detenimiento. Se situó al pie de la cama y Manu se colocó al lado cogiéndola por la cintura. Encima de la cama había una rosa roja y al pie de la cama, enfrente de ellos, una mesa pequeña. Encima tenía un cubo con una botella de champán dentro. Las copas estaban al lado.

-¡Habrá que brindar por nosotros!- Exclamó él.
- y que perdure por mucho más tiempo- Terminó ella.

Con las copas en mano cada uno, antes de beber hicieron  un brindis. Él pronto retiró su copa pero ella la seguía teniendo. En ese momento, Vero, no sabía qué hacer, que decir, solo se limitaba a sonreír. Manu la veía con diversión, fijándose hasta el mínimo detalle hasta que decidió quitarle la copa. Dulcemente le acarició el pelo, el cuello y parte de su cara.

-¡Cuánto soñaba por tenerte conmigo!

Apartó la mesa a un lado y retiró la rosa de la cama. Cogió a Vero de la mano y  la sentó junto a él para echarla hacia atrás. Se quedaron mirando hacia el techo.

-Me encanta esta  suite. La decoración de esos espejos es una chulada, y el poder mirar el reflejo de tu belleza es un gustazo.

En el techo había varios  espejos con marcos blancos.
-Muy chulo, sí.- dijo ella

Acto seguido, Manu la besó suavemente a la vez que pasaba sus manos por los brazos y cadera. Vero lo interrumpió y se sentó encima de él. Levantando el vestido, coincidiendo su sexo con el de él. Moviéndose rítmicamente empezó a devorar la boca de él con ansia, para seguir dejando el rastro de su lengua por el cuello. Desabrochó la camisa de él para quitársela, e impaciente, con sus manos, recorrió el torso de Manu. Su boca lo besaba. Su lengua pasaba  por los pezones y aprovechaba para darles unos mordiscos suaves. Él, la cogió por la cara y la obsequió con un beso muy lascivo durante un buen rato.

“uff, si ya estoy excitada, no me quiero imaginar luego…” pensó ella.
“¡Dios! Como me pone esta niña” pensó él.

 La excitación era muy latente en ellos. Él estaba empalmado. Ella lo notaba, al rozar contra su sexo. Ella estaba bastante húmeda. 

Vero se reincorporó, desabrochó su vestido y se lo sacó. Él gimió al verla así. Con sus manos acarició sus caderas para ir ascendiendo hacia los pechos tapados por el sujetador. Ella seguía bailando sensualmente encima de él. Viendo su cara, sus expresiones. Además, jugueteaba con sus dedos; a querer introducirlos en su boca, lamiéndolos, chupándoles la punta…Al poco rato, desabrochó su sujetador, liberando sus pechos grandes y redondos. Enseguida fueron rozados por las manos de Manu. Los pezones se ponían más erectos y más oscuros. Él se irguió un poco, lamió aquellos pezones que le apuntaban. Ella lanzó un alarido de placer a la vez que arqueaba su cuerpo.  Le sujetó la cabeza con la mano izquierda para que se centrara en su pecho izquierdo mientras ella, con sus dedos derechos, pellizcaba su pezón derecho.

-¡Sí, sigue!- dijo ella con voz entrecortada.

La estimulación en los pezones le encantaba. Su cuerpo no paraba de moverse hasta que llegó a su primer orgasmo. Cayó rendida encima de la cama.

Él vio la mirada y la sonrisa de ella a través de los espejos de arriba. Aprovechó la ocasión para desnudarse y situarse encima de ella. Sus bocas se unieron de nuevo, ansiosamente y bruscamente. Mientras, él no paraba de acariciar arriba a abajo su piel suave hasta que él decidió parar y quitarle el tanga. Pasó sus dedos por el pubis un par de veces, otro par de veces más, hasta que decidió  colocar sus manos en las nalgas de ella. Atrayéndolo hacia su boca, sacó su lengua  para deslizarla por el sexo de Vero de abajo a arriba. Volvió a saborear aquella zona prohibida dedicándole un tiempo. Con la punta de la lengua, en un movimiento rítmico, estimuló el clítoris. Ella no paraba de gemir, de bufar, de moverse como  una poseída…Ella pudo observar la escena a través de los espejos. Eso le daba más excitación. Manu no paró en ningún momento hasta sentir que ella  había llegado al clímax.
En ese momento se encontraba bastante excitada. Aunque su cuerpo estaba candado, ella deseaba más y fue cuando escuchó decir él:

-¡Necesito follarte, me pones muy malo rubita!

En un movimiento rápido, ella se colocó a cuatro patas cerca del borde de la cama, y preguntó mientras le miraba:
-¿Cuánto de malo tengo que ponerte para que me des hasta al agotamiento?
-Date la vuelta, con la cara hacia mí. -“¿Quieres caña? La tendrás” pensó él.

Su polla empalmada apuntaba hacia la boca de ella. Abrió la boca, con la lengua rozó el glande pero enseguida lo succionó con ganas. Y sin dar tiempo a nada, fue chupando hasta el fondo. Luego sus labios subieron recorriendo cada centímetro de su polla dura.

-¿Preparada?
-Ni lo dudes.- Contestó Vero

Se colocó como estaba antes, a cuatro patas y esperando deseosa a que le diera. Él, apoyando sus manos en la cadera  fue metiéndola  dentro de ella lentamente. Siguió penetrándola despacio durante un tiempo hasta que decidió parar. Con la polla dentro. En un par de segundos empezó a introducirla a un ritmo rápido y fue aumentando la velocidad. A  un ritmo frenético la estuvo follando mientras escuchaba los gritos ahogados de ella. En un par de ocasiones sus gritos fueron más altos y su cuerpo se estremecía, pero Manu seguía hasta darle el mayor placer posible. Cuando  ella lanzó un gran grito y su cuerpo se tensó. A la vez, él  llegó a un gran orgasmo. Los dos se desplomaron en la cama. Acalorados y respirando muy rápido.

El espejo había sido testigo del encuentro.
-Hay que venir más veces a ver estes  espejos tan chulos.- Comentó Vero esbozando una sonrisa.
Él, se limitó a ver el reflejo de ella y corresponderle con una sonrisa pícara.