Veronik Liberal

Veronik Liberal

domingo, 29 de diciembre de 2013

A cuatro manos

Era Sábado. Sábado 21 de Diciembre. Vero había quedado esa noche con una pareja. La había conocido tres años antes. Ana y Carlos. El día que se conocieron, él ya mostraba su desparpajo y ella su dulzura. Con el tiempo, en sus charlas y citas afloraba el feeling que había. La confianza aumentaba a un nivel vertiginoso. Quedaban con frecuencia y a veces con más gente. Grandes momentos había vivido con ellos. 


Acabó de arreglarse pintando los labios de gloss rosa. Mirándose al espejo, comprobó que el último corset que compró era todo un acierto. Cogió el abrigo, el bolso y se fue para el coche. Arrancó y se dirigió hacia su destino, a la casa de la pareja. Tantas veces había ido ya, que se sabía el camino de memoria. Al llegar, tocó el timbre y se abrió el portal. En cuanto estaba entrando con el coche, Vero veía  a Ana toda sonriente. A lo que le correspondió. 

Ana era una chica morena, de estatura media, unos ojos negros vivarachos y que se caracterizaba por su humor negro. A Vero le encantaba muchas cosas de ella, pero lo que más su optimismo y lo dicharachera que era. 

-Carlos está al caer. – Dijo Ana cuando Vero salió del coche. 

-¡Vale! No te preocupes. 

Se dieron dos besos, un abrazo  y entraron a la casa. 

-Acomódate, ya sabes que estás como en tu casa. – Le dijo indicándole el salón. 

Pero Vero no se sentó. Se paseó por el salón echándole vistazo a todo lo que se encontraba. 

-¡Uy! ¿Ya andas a husmear? – Y se escuchó una carcajada de Carlos. 

-Y más que puedo cotillear... – Sonrió pícaramente ella. 

Se acercaron y se dieron dos besos muy cariñosos. Enseguida se enzarzaron en una conversación animada que fue interrumpida por Ana. 

-¿Bueno que, cari? ¿Nos comemos unos a los otros o terminamos de preparar la cena? 

-¡Pues no es mala idea el comernos ya! – Contestó Carlos con tono picarón y soltando  una risotada. 

-¡Venga! Que os acompaño a la cocina y os echo una mano. – Dijo Vero – Me refiero  la comida, ¡bicho! – Y le dio una palmada al culo de él. 


Entre pitos y flautas terminaron de calentar la comida, de colocar la mesa del salón y de abrir una botella de vino blanco Rías Baixas. Cuando se sentaron los tres, Ana comentó: 

-Quedaos quietos, voy hacer una cosa. 

Se levantó y sacó de un armario cinco velas alargadas. Las colocó en puntos estratégicos y les prendió fuego. Apagó la luz y se colocó en su silla. Había la suficiente iluminación como para verse y cenar en un ambiente más íntimo. 

-Eso, a los hombres no se les ocurriría nunca.- Dijo ella entre risas. 

-Pero otras cosas sí… - Le espetó él con tono pillo. 

A Vero le salía la sonrisa tonta, disfrutaba con aquello. 
La cena fue distendida, hablando de diversos temas, a veces serios pero en un santiamén se tornaban a divertidos. Como la vida misma. Para ella se había parado el tiempo y no existía nada más que aquella velada tan íntima con ellos. Saboreaba cada momento. Cada vez sus miradas eran más intensas y las sonrisas más traviesas. Al terminar el postre, Ana se ausentó del salón y Carlos se levantó. Y se colocó detrás de Vero. Apoyó sus manos en los hombros desnudos de ella y empezó a masajearlos. Acercó su boca a la oreja y le susurró: 

-Lo que te espera… ¡Rubita! 

Al poco rato apareció Ana lanzando una mirada a su novio y comentando: 
-Acompáñanos… 


Caminaron  hacia la habitación. Cuando abrieron la puerta, Vero se sorprendió. La estancia estaba iluminada con  muchas velas pequeñas y olía a incienso. La cama estaba levantada (tenía un  mecanismo) y había una colchoneta con varios objetos cerca. Aparte de los muebles que había. 

La rubita empezó a percibir caricias por el pelo y la espalda. Los dedos de Carlos se entrelazaban con los mechones. Las yemas de los dedos de Ana rozaban cada centímetro de la piel desnuda de su espalda. Se giró a la derecha y topó su nariz con la de él. Quedando a escasos milímetros de la boca entreabierta que pedía un beso suyo a gritos. Que enseguida fue saciado con beso muy despacio y muy profundo. 

Notaba que el corset se iba aflojando. Se giró a la izquierda y veía a la morena relamiendo los labios. Le pareció tal tentación que los saboreó con avidez. El chico terminó de quitarle el corset y lo retiró despacio. Sus pechos redondos y grandes quedaron a merced de Ana. La vista de esta se desviaba hacia ellos, observándolos con detenimiento hasta que decidió acariciar con sus dedos los pezones rosados. Poniéndose duros y oscuros. Los pellizcó como ella sabía y veía a Vero cerrando los ojos y lanzando un gemido de placer. 

Mientras, Carlos observaba todo. Momento que aprovechó para bajar la falda a Vero, y las medias de rejilla. Para retirarlas. Dejándola solo con el tanga puesto. La mano izquierda de él, totalmente abierta, se posó en su  zona cervical. Para deslizarla lentamente por la espalda hasta la zona lumbar. Ahí colocó las dos manos. Acarició haciendo círculos y presionando ligeramente. Ana situó sus manos en la cintura de Vero. Que fueron reptando, notando su piel suave, al pubis.  Ahí, con los dedos posados encima del tanga, hacía movimientos verticales que fueron descendiendo a su sexo. Fue cuando la rubita empezaba a resoplar. 

-Túmbate en la colchoneta boca arriba. – le murmuró la morena. 

Obedeció y se quedó totalmente a la expectativa. Mirando a un lado, a Carlos, y a otro, a Ana. Se desnudaron quedando en ropa interior y se sentaron. Carlos a la derecha y Ana a la izquierda. Ana le pasó un bote a su chico. Él lo abrió y echó un poco del líquido que tenía dentro en una palma de su mano. Frotó vigorosamente con la otra y se levantó. Con las palmas embadurnadas las posó en los hombros de Vero y empezó a deslizarlas. Recorrieron por los pechos con movimientos envolventes. Descendieron a la barriga haciendo ligera presión. Se movieron  en dirección contraria sin parar. 

-Es el momento cari. – Dijo en tono bajo Carlos. 

La novia cogió un mando y enfocándolo hacia una minicadena, que había encima de un mueble, pulsó un  botón. Empezó a sonar una melodía. Mientras Vero pensaba cual era, veía a la morena echando un poco de aceite en sus manos que enseguida transitaron por el resto de su anatomía. 

-Cierra los ojos. – Le susurró Ana. 

Así lo hizo. Sentía cuatro manos moviéndose con soltura y totalmente coordinadas por su cuerpo. Y se dio cuenta de que melodía era la que sonaba: 

Antonio Vivaldi-Las cuatro Estaciones "Invierno" 

Cuando era el estribillo notaba como si Carlos estuviera tocando las teclas blancas y negras de un piano sobre su barriga. La morena, en ese momento, le estaba rozando el canalillo y los pechos. La sensación que tenía Vero era muy grande, sin adjetivos para calificarlo. Estaba totalmente relajada. Todo había ayudado, la iluminación, el olor, la música, la compañía,  lo que notaba en su cuerpo… 

Ana y Carlos se vieron entre ellos. Y a Vero con una amplia sonrisa. Habían logrado regalarle un momento relajante. Decidieron arrimarse, sin dejar de tocar a la rubita, para darse un beso muy húmedo. Los dos se acercaron a la  boca de ella, con sus lenguas bordearon los labios. Vero instintivamente entreabrió la boca y  sacó su lengua. Los tres entrelazaron sus lenguas y mezclaron sus salivas. Los cuerpos se movían al unísono, acariciándose, entre ellos tres, abarcando toda la superficie posible y con más energía. El momento se transformó en excitante y la rubita dijo: 

-Me desconcertáis chicos…