Veronik Liberal

Veronik Liberal

lunes, 28 de abril de 2014

La magia del bosque encantado

El sonido del timbre le hizo correr hacia la puerta. Ansiaba con ver, tocar, sentir y mil cosas más a Martín. Él había quedado de pasar  por su casa para llevarla a un lugar que él consideraba mágico. A Vero le intrigaba tanto misterio, pero cualquier cosa era buena para estar junto a él. No tenía las palabras adecuadas para describir lo que sentía por él.

En cuanto abrió la puerta, él la saludó:

-¡Hola preciosa!

A lo que ella le respondió con un beso robado muy apasionado. En cuanto acabó de besarle, él le comentó:

-¡Vamos!, que si no, no arrancamos y tengo ganas de comer contigo.

-¿Y a mí, no?- preguntó con tono muy pícaro y con cara de inocente.

-¿Aún lo preguntas, rubita?- de seguido rió a carcajadas.- A  la tarde, te saciaré a fondo.

-Eso me gusta más…espérame aquí, voy a por el bolso.- En un par de minutos estaba de vuelta cerrando la puerta. Caminó con Martín hacia su coche. Al entrar, a ella le llegó un olor que intentó adivinar.

-¡Eso es empanada de zamburiñas(1)!

-¡Premio para la niña!

-¿Y que gano?

-Un beso mío cuando lleguemos al sitio acordado.

-Jo.- Entristeció su cara y puso morros.

Él, sin inmutarse por su expresión, arrancó al coche y procedió con la marcha. De vez en cuando miraba de reojo a su chica y en el último vistazo comprobó que Vero había subido un poco la falda y desabotonado un poco la blusa.

“¡Joder! Como me pone esta niña con nada”.- Pensó  él. Y empezaba a sentir como su bulto entre las piernas  crecía.

-¿Has probado alguna vez a juguetear mientras conduces?- Preguntó ella de sopetón

-¿Cómo?- No cabía en su asombro que inmediatamente después de lo que empezaba a experimentar le preguntara eso.

Ante la nula contestación de él, Vero siguió desabotonando. Martín, en cuanto vio  una salida de la autovía, la cogió y se paró en el arcén.

-¡Pero mujer, que te pueden ver!

-Ahí está el juego.

Él resopló  y acto seguido se abalanzó sobre ella para besarle lascivamente y manosearle los pechos que estaban casi al descubierto. No llevaba  puesto sujetador. También dejó un rastro de su saliva desde los labios hasta los pezones, que los endureció succionándolos con ganas y mordisqueándolos. Le pasó sutilmente la mano izquierda por el muslo derecho interior hasta llegar al pubis, cubierto por el tanga. Ahí, hizo movimientos verticales con sus dedos. Y se retiró sin mediar palabra a su asiento.

-¡Ehh!- Exaltó ella

- Es parte del juego.

Ella refunfuñó a la vez que él arrancó. Y antes de coger la autovía comentó:

-Tápate, que no quiero que pases frío.

“¿Con el calentón que tengo? Imposible” Pensó Vero. Aun así, abotonó un par de botones, dejando un escote generoso a merced. Mientras él conducía, ella imaginaba cuanto de cachondos se pondrían si ella le estuviera chupando la polla. En ese momento, estando él al volante. Con la idea, sentía como se le humedecía el sexo. Martín la vio de reojo y sonrió por lo bajini.  La conocía, y sabía que algo estaba imaginando. Él se dedicó a tararear las canciones que sonaban en la radio hasta que llegaron a su destino. Antes de que salieran del coche, él le propinó el beso que ella había ganado. Un  beso muy romanticón.


Martín, cargó con la cesta, y ella con la bolsa, además de su bolso. Vero siguió a Martín que había emprendido camino hacia un sendero. Se adentraron en un bosque que estaba repleto de árboles como robles, castaños, abedules y laureles. De fondo, escuchaban los cantos de los pájaros que volaban por allí. Pasaron por debajo de un arco de un acueducto hasta llegar cerca de la fachada de  un castillo. A Vero le impresionó, y antes de poder decir y hacer algo, Martín comentó:

-Este castillo fue construido en los sesenta y no fue terminado. Junto con este gran bosque y otras estructuras arquitectónicas que hay, pertenecía a los Condes Canalejas que de aquella eran unos grandes terratenientes. Usaban este lugar de recreo y ocio para sus deportes, entre ellos la caza. Empleaban las fincas como bosque que de aquella no lo era. Este lugar es conocido popularmente como  ‘El bosque encantado’ que hoy en día pertenece al ayuntamiento de Cangas.

Image


-Mmm ¡interesante! Un sitio con  historia – Se quedó viendo todo lo que le estaba al alcance.

-¡ ‘Miña Ruliña(2)’ ! Vamos para allí y comemos tranquilos antes de que aparezca mucha gente.- le indicó con el dedo.

Se encaminaron hacia un roble. Colocaron una toalla en el suelo y se dispusieron a sacar todo. Mientras comían tranquilamente se hacían bromas y mimos. Al acabar se fueron a descubrir cada rincón de aquel bosque tan mágico. Los colores se mezclaban de una manera muy armoniosa con los cantos de las aves. Poseyendo una tranquilidad absoluta sin ningún bullicio. Al acabar de admirar cada escondite se asentaron de nuevo en el mismo sitio de antes. Martín se apoyó en el árbol y Vero en su chico. Con los ojos cerrados, ella, no paraba de hacer redondeces con sus dedos en el muslo derecho de él. Él la miraba sonriendo y pensando “La belleza de esta zona se magnifica con esta dulzura presente”


‘En la oscuridad del bosque se percibía cada sonido que había, cada luz por muy insignificante que fuese y cada movimiento ya sea por algún insecto.
Vero se encontraba de pie, con toda la arboleda alrededor. Se sentía nerviosa e intrigada pero miedosa, no. No sabía qué hacía allí en la noche. Miraba a un lado, a otro, y le parecía ver cada vez más puntos pequeños de luz. Que no intentaba adivinar que era. ‘¿y si son luciérnagas?’ Pensó.
En cuanto escuchó  ulular a una ‘curuxa3’  se giró hacia el sonido. Y se topó por sorpresa con sus ojos grandes y negros. A lo que la ave nocturna respondió emprendiendo vuelo, alargando sus alas blancas redondeadas y rozando casi la cabeza de Vero. Ella, lejos de asustarse, se quedó asombrada. Le encantada ese animal desde siempre. En cuanto salió de su vista dos hileras de luces alumbraron en el suelo, formando un camino. En un par de segundos no se escuchó ningún sonido hasta que empezó a sonar una melodía: 



Como si la atrapara, avanzó contoneando sus caderas por el camino recientemente iluminado. Mirando con curiosidad cada cosa que le llamaba la atención. Muy lentamente su vestido negro se volvía transparente hasta adivinar cada curva de su geografía. Ella ni se percató al ir tan atenta a su trayecto. Cuando estaba cerca del final del pasillo alumbrado vio a Martín con un pantalón negro de lino, una camisa blanca abierta enseñando su torso y una sonrisa que hacía que alumbrara más ese sitio tan enigmático. Ella le correspondió con una sonrisa y una mirada furtiva de deseo.

Martín con un gesto elegante, alargó su brazo con la palma hacia arriba y los dedos ligeramente doblados hacia dentro. Conforme que le diera su mano. La mano pequeña y fina de Vero se topó con la de él y en el momento que sus manos estaban unidas una ‘Avelaíña(5)’  se colocó encima del dorso de la mano de ella. Lejos de querer irse, revoloteaba en redondeces para volverse apoyar y seguir agitando sus alas. La pareja se quedó sorprendida y reían sin armar escándalo. La avelaíña  era blanca con algunos puntos amarillos en las alas. Después de un par de minutos el insecto salió de sus manos y  voló hacia el suelo. Allí apoyada se transformó en humo blanco. Y en cuanto se disipó el humo había una chica alta de tez blanca, con el pelo negro muy largo ondulado y vestida con un tul blanco de seda. La sorpresa de ambos fue a más. Y más cuando la morena se acercó a Vero y le acarició sus hombros desde atrás. Cuando la acariciada iba a decir algo, la avelaíña expresó:


-¡Shhh!

Acto seguido le besó dulcemente desde el cuello hasta la oreja. Vero giró la cabeza y se quedó observándola en silencio. Se fijó en sus ojos negros, en sus labios finos y en su lengua asomando. Era demasiado tarde como para no sucumbir. Aproximó la cara a la de ella y notando su respiración ahogada, la inspiró como si fuese suya al darle un beso muy lentamente.

Las manos de Avelaíña descendían por el canto de su cuerpo, al llegar a las caderas se pegó más a ella. Vero suspiró y siguió besándola. Martín veía expectante cada instante  y disfrutaba con ver aquella escena. Vero se dejó girar, se topó con el cuerpo de aquella fantástica mujer  y dejándola de besar por un momento, le retiró el tul. Sus manos recorrieron desde aquellas mejillas sonrosadas,  pasando por el cuello esbelto, reptando por la curvatura del pecho, deslizando por los pezones, bajando por los pechos redondos, descendiendo a los lados del ombligo, hasta llegar a su pubis delicado. Mientras, Avelaiña pasaba su dedo índice derecho por los labios de Vero.


De sopetón, Vero cogió desprevenida a su compañera para otorgarle un morreo muy lascivamente. Tanto, que las dos acompasaban sus movimientos pélvicos. Durante un muy buen rato. Cuando se desprendieron, Vero se giró hacia Martín, que estaba sin camisa, y lo atrajo con la mirada. Avelaíña le retiró el vestido, la ropa interior, e hizo con su dedo índice la forma de una Avelaíña alrededor del ombligo pequeño. Con Martín ya allí, Vero le acariciaba y lo observaba con una gran fogosidad.

Los tres empezaron a rozarse con ansia, hacer gestos que caldeaban el ambiente, lanzar besos furtivos  hasta que Vero paró. Se agachó a la altura del sexo de Martín y la morena la imitó. Entre las dos le ayudaron a quitarle el  pantalón y el bóxer. Vero contempló la cara de él, y este le indicó que se levantara. Obedeció y se dejó besar. Avelaíña al no saber qué hacer se apuntó a darse un beso entre los tres. Las tres lenguas danzaban acompasadas hasta que  él apartó y silbó. Haciéndose el interesante.


Las dos lo pillaron y con una sonrisa cada una descendieron de nuevo. Mientras una le palpaba el culo, la otra le acariciaba el sexo en toda su magnitud hasta rozar el perineo. La respiración pausada de él se volvió poco a poco acelerada. Mirando aquella escena y notando un gran placer le hacía excitarse como nunca. Sintió como una lengua recorría desde la base de la polla hasta el glande y otra por el lado contrario a la inversa. No pudo evitar estremecerse. A la vez que la rubia y la morena lamían aquel manjar  se miraban con vicio. Y sin querer o queriendo sus lenguas se cruzaban. Notaban como lo que chupaban aumentaba considerablemente.  Él resoplaba sin parar y murmuró:

-Acercaros conmigo.

Y se fueron hacia un lecho blanco que estaba poco después de que terminara el camino alumbrado.

-Me gustaría que os pusierais en una posición. Una encima de la otra viéndoos.


Ellas pícaramente accedieron y al mismo tiempo se tocaron todo lo que tenían a su alcance. Al mismo tiempo sentían como Martín alternaba su lengua en sus sexos húmedos. Los gemidos se convertían en jadeos. Al final él introducía dos dedos en cada una. Y comenzó un ritmo frenético para que obtuvieran un placer infinito. Se desplomaron exhaustas viéndolo totalmente empalmado.”


Como si fuera el golpe de una pelota despertó del sueño a Vero. Y comprobó que así era. Se quedó viendo al niño que se buscaba la pelota con frustración. Martín rió a carcajadas y comentó:

-A saber que estarías soñando… No parabas de sonreír.

-¡Cotilla!- Expresó risueña.

Los dos se quedaron viendo a una mariposa que revoloteaba encima  de ellos.
 

--- 
(1) Molusco bivalvo marino comestible de concha formada por dos valvas abombadas, parecida a la vieira pero más pequeña. 
(2) Expresión de cariño y de ternura que se le dice a la joven a quien se ama. 
(3) ‘El sonido del aire’ 
(4) Lechuza 
(5) Mariposa nocturna