Sonriente, pensando en el momento divertido que acababa de
tener, bajó las escaleras para ir a la ducha. Al mirar que había una ocupada se
adentró en la libre. En cuanto quiso abrir el grifo, escuchó:
-¡Vero!
Conocía la voz así que se asomó con picardía.
-No llego a mi espalda, ¿me das?- preguntó Carlos,
exhibiendo una sonrisa cautivadora.
“No le voy a negar tal ayuda. Está totalmente pringado de
sirope de chocolate” Pensó ella. Entre
risas y miradas le dio con la esponja por toda la espalda. Y el culo…
-Ya estás para otra
-Ahora date la vuelta, que también tú has llevado de lo
lindo- dijo él riendo.
“Que graciosete” fue el pensamiento de ella.
Con la mirada perdida sentía la suavidad de la esponja
recorriendo cada centímetro de su espalda. Él enseguida le dio la vuelta.
Siguió dando por los hombros, pechos y el ombligo. Las risas se habían
disminuido y se fueron convirtiendo en sonrisas picaronas. Una mirada de Carlos
previó a Vero lo que iba a ocurrir. Lo conocía tan bien…
Con el grifo cerrado, sus labios se unieron para dar paso a
un beso muy suave. Muy profundo. Hasta saciar la sed que se tenían uno del
otro. Las manos de él no paraban de acariciar la piel mojada de ella. Las manos de ella correspondían con lo mismo.
Enzarzados, sus besos aumentaban de
ritmo y presión. La excitación de ella iba muy rápido. No se esperaba aquel
momento con Carlos en aquel lugar. Las manos grandes de Carlos se posaron en
los pechos grandes y redondos. Los manoseó, los miró con deseo y fue a deslizar su lengua por ellos. De vez en
cuando veía la expresión de Vero. Le encantada
observar la mirada que ponía. Paró y dijo:
-Fíate de mí, déjate llevar rubita.
“Bueno…algo va hacer” pensó ella. Exhibiendo una sonrisa,
asintió.
Él, abrió el grifo de la ducha. Cogió a Vero y, con cautela,
la colocó debajo. El agua mojó su pelo rubio y fue resbalando por toda su cara
y cuerpo. Ella no pudo evitar lanzar un grito de sorpresa ante la caída
repentina de tanta agua encima. Carlos, le echó el pelo hacia atrás y se colocó también debajo.
Empezó a besarla. Los dos notaban la caída del agua sobre ellos mientras se
sumergían en un beso muy lascivo. Pasada la sorpresa, que para ella fue como una subida de
adrenalina, se sentía como si estuviera debajo de una cascada.
Las manos, de los dos, correteaban por toda la anatomía de ambos.
Como si fuera la última vez: se sentían, cada centímetro de sus pieles, se
miraban con sinceridad, se sonreían sin timidez.
Los dedos de él bajaron por el cuello de Vero. Pasaron por
los pechos. Bajaron al ombligo. Descendieron al pubis. Ahí se detuvieron y se movieron muy despacio.
Los dedos de ella se introducían en la boca de él. Pasearon
por el cuello. Rozaron los pezones. Bajaron al sexo. Dos dedos hacían un masaje
rítmico a la polla. Cuanto más lo acariciaba más se alargaba. A Vero le
encantaba notar la erección. Se deleitó en aquella sensación hasta que Carlos
le mandó parar. Entonces, ella decidió agacharse. Su boca se encontraba
enfrente de la polla rígida. Sacó su lengua y la pasó por el glande. Decidió
colocar sus manos en las caderas de él. Y apoyó sus labios en el capullo.
Fueron resbalando, ayudados por el agua de la ducha, hasta el fondo. Carlos
lanzó un gemido ahogado e instintivamente echó las caderas hacia adelante. Ella
mantuvo por unos segundos la polla quieta dentro de su boca. Luego la recorrió
en sentido contrario dejando rastro de su saliva. Y empezó a mover rítmicamente
su boca de arriba a abajo. Su mano
derecha se escapó hacia la zona del
perineo, para masajearlo suavemente y circularmente. Carlos no paraba de
resoplar y mirar como lo hacía. Ella, como si lo adivinara, miró hacia arriba,
coincidiendo sus miradas. Sabía que le excitaba. Eso hizo que él le
agarrara de la cabeza y marcara el
ritmo. Hasta tal punto que eyaculó en su boca. A ella le gustaba que se corriera
en su boca aunque luego no lo tragara.
Al terminar él le regaló un beso muy pausado. Y sin afán de
acabar, su mano derecha descendió al sexo de Vero. Con dos dedos rozó la zona
con círculos. Un dedo se deslizó hacia abajo y dentro de ella. Y al mismo
tiempo, el otro por el clítoris. Con un ritmo rápido y constante la estuvo
estimulando. Ella cada vez jadeaba más, su cuerpo se estremecía más. La mirada
desafiante de Carlos hizo que fuera
fulminante para llegar al gran orgasmo. Al relajarse vio que Carlos le acercaba
el dedo impregnado de sus flujos a la boca. La abrió y lo saboreó.
Sus miradas hablaban y no hacía falta decir nada. Se
pusieron las toallas y subieron. Al llegar, se encontraron con la novia de Carlos. Mirándolos con diversión y sonrisa
traviesa.
-¡De tu marido no se puede fiar!- exclamó Vero entre risas
Aquel momento fue interrumpido cuando empezó a sonar " Gotan Proyect- Milonga de mi amor" . Al
escuchar esa canción los tres se miraron con complicidad.