Estamos proximos a casa, nuestras miradas se cruzan, mis ojos denostan el extasis que
recorre por mi cuerpo.
Pero un semaforo es la
coartada perfecta para erupcionar el volcan que yace dentro de mi cuerpo. Tus
dedos presionan mis pezones y ante mi sorpresa paras el coche, te mueves del
asiento y girandote hacia mi asiento liberas las tiras que posan sobre mis
hombros y besando mis labios dejo caer el vestido, sacando mis pechos.
Comienzas a succionar
mis pezones que fueron tomando forma, fuerza, hasta estar duros y vigorosos.
Tan tersos como mis roces te producían.