Veronik Liberal

Veronik Liberal

martes, 10 de abril de 2012

En la biblioteca

Los rayos del sol que entran por la ventana me despiertan. Me siento descansada pero quiero estar un rato más echada notando el calor del sol. No paro de pensar quien será el nuevo bibliotecario o nueva bibliotecaria.
Como me gusta mucho la lectura y no puedo permitirme comprar los libros que quiero, me decidí un día ir a la biblioteca cada dos días. Pasaron unos 5 meses y debido a esa frecuencia conocí a la bibliotecaria. Hace una semana me dio la mala noticia de que la trasladaban a la biblioteca de Orense. Me apenó tanto que estuve unos cuantos días sin ir, hasta que ayer pensé que no podía seguir así. La lectura me evade de las preocupaciones de la vida real, me hace adentrar en una historia sintiendo de espectadora.
Observo el reloj y miro que pasó mas tiempo de lo que me había imaginado, así que me levanto con apresura, abro la ventana y noto que va a ser un día de primavera. Por ello decido ponerme algo liviano, una camiseta de asas blanca y una minifalda, algo cómodo pero coqueto. Para no perder más tiempo cojo el bolso grande de ayer sin vaciarlo.

Cuando salgo de casa veo asomar el autobús por la esquina, por lo que echo una carrerilla para cogerlo y no tener que esperar al siguiente. Al subir las escaleras me noto la camiseta un poco humedecida. “Menos mal que llevo el bolso de ayer” pienso, en el que tengo una camiseta dentro. Pago al conductor, él descaradamente no me quita la vista de mis pechos por lo que me le doy la espalda. Contemplo que el bus está abarrotado "¿Pero que pasa hoy?" Pienso. Reacciono rápidamente, me dispongo a ir cerca de la puerta de la salida, agarrada a un barrote.
Solo ansío que no entre más gente y pase el tiempo rápido para llegar cuanto antes a la biblioteca, con el calor que hace es insoportable estar ahí dentro. Estoy absorta en mis pensamientos hasta que noto como un ligero aire en mi cara. Con el calor que hace ese airillo es muy apetecible. Me fijo de donde puede venir. El chico que tengo enfrente de mí guiña un ojo, me sonríe y sopla. Dándome a entender que es él. Me ruborizo, le sonrío dando a entender que gracias e intento mirar hacia otro lado. Con la frecuencia que cojo el bus de esta hora me sé la cara de la gente pero la de él no la he visto nunca. Debe de tener unos 30 años altos, pero se conserva bastante bien. Fibroso, alto, moreno, unos ojos castaños brillantes y una sonrisa contagiosa.
El autobús hace una parada en la que sale bastante gente. El chico empieza a moverse, le sigo con la mirada, pienso que se va pero no es así, se puso más cerca de mí. Cuando antes ansiaba que pasara el tiempo para irme, ahora deseo que se pare el tiempo. Cierro los ojos, inspiro profundamente, me imagino que estoy acostada de lado en una cama teniendo de frente a él. Observando con detenimiento cada rincón de su cuerpo desnudo. Acariciando su torso. Pasando mis dedos por sus labios. Notando sus labios ardientes deseosos de mi cuerpo. Sus dedos rozando mis pezones rosados...
Un ruido inesperado me hace volver a la realidad, el autobús da un frenazo. Debido a ello la persona que estaba detrás de mí me tocó. Instintivamente me doy la vuelta. No se me ha ocurrido pensar que era él.
Me vuelve a mostrar su sonrisa contagiosa y sopla de nuevo, pero esta vez al escote. Disimulo mi nerviosismo y lo sigo mirando a los ojos y a su boca entreabierta.
“Me llamo Ángel” me expresa así de repente, no contaba con ello.
“Verónica” le contesté amablemente.
Se arrima a darme dos besos de cortesía. Los noto como miel que no puedo saborearlo del todo.
“Voy a llegar a mi destino, la próxima parada, espero verte más veces por aquí”
“Confío en que sí” le contesté.
Curiosamente, es la parada que tengo que bajar yo también. Decidí bajar detrás de él y al mirar que él va hacia una dirección decidí coger otra. Me siento muy atraída por él, sus gestos, su mirada, su saber estar, su atrevimiento. Deseo tenerlo en mis brazos y fundirnos locamente, pero mi instinto me dice que espere un poco más.
Al llegar a la biblioteca decido ir primero al servicio. Como había decidido coger el bolso de ayer sin vaciarlo, tengo un poco de todo. Pasta de dientes, gel de baño, desodorante, pañuelos, un poco de maquillaje, bolígrafo, libreta de notas, más cosas que no vienen a cuento y lo más buscado, la camiseta. “Suerte que el bolso es grande” pienso. Me aseo un poco y me cambio la camiseta, tiene un escote más pronunciado que el que tenía puesto pero no tengo más camisetas…

Un poco recompuesta me dirijo hacia la sala de la biblioteca. Hay un grupo de gente en la primera mesa pero en el resto vacío. Hago memoria del libro que había dejado a medias. Una vez que empiezo a leer uno tengo que acabarlo. Me encamino hacia la estantería del fondo y en la parte baja. Sigo el orden de izquierda a derecha para no saltarme nada. Allí no estaba. Me da rabia tener que empezar uno sin saber el final del otro, pero no queda otra, alguien se lo llevaría para casa durante un cierto tiempo. “Ahora no sé que libro elegir” pienso. Ante la incertidumbre y la curiosidad de conocer a la nueva bibliotecaria o nuevo bibliotecario voy hacia su mesa. Miro a una chica allí, le pregunto si es ella, me contesta: “no, ahora hay un bibliotecario, se acaba de ir ahora mismo para las estanterías del fondo, tú fíjate, va a estar un rato allí y como puedes observar no hay nadie más”
Vuelta al fondo…al llegar al fondo no sé el motivo por el cual me pongo más nerviosa. Miro al hombre, me acerco y comento en una voz no muy alta pero que se puede escuchar bien “Perdone...me gustaría saber una recomendación del nuevo bibliotecario”
Está en cuclillas, cuando se levanta su cuerpo se me hace conocido, por lo que estoy más atenta y mi nerviosismo sigue latente. Gira la cabeza, miro su cara, su sonrisa contagiosa le delata y me espeta “Ya sé otro sitio más en donde encontrarte”
Ni me lo hubiese imaginado, que ese chico seria el nuevo bibliotecario. Es tan grande la sorpresa que cuando quiero reaccionar, Ángel me está besando apasionadamente. Sus besos saben a gloria, calma mi sed a él pero quiero más. Me echa hacia la estantería y bruscamente me besa sin apartar sus manos de mi cuerpo, acercándolos a mis voluminosos pechos. Mis manos, una se mete por dentro de su camisa para acariciar su torso real y la otra para rozar sus labios. Es tal excitación por lo que me hace, por el lugar que estamos, que me siento muy húmeda.
Se aparta de mí, me mira de abajo a arriba y me comenta: “te desafío a que la próxima vez vengas con un escote más grande” No puedo evitar a empezar a reír, pero él rápido me calla con un beso, esta vez tierno y muy suave. Me da la vuelta, mis manos apoyándose en la estantería (era la ultima estantería, daba contra la pared de la biblioteca), giro la cara para verlo. Se pega a mí, con mi culo se la noto muy gorda, arrima su boca a mi oído, escucho su respiración acelerada y profunda. Sus manos me baja mi camiseta y el sujetador para palpar mis pechos redondos, pellizcar ligeramente mis pezones duros comos piedras. Me sube la minifalda, se desabrocha el pantalón, se la saca, la noto rozar en mi culo al estar pegado a mí.
Deseo que me la meta ya, su mano derecha la mete por mi tanga, me acaricia el clítoris con un dedo, luego hace círculos, hunde sus dedos dentro de mí. Me contengo los gemidos, nuestras respiraciones son profundas y aceleradas, de vez en cuando me sale algún gemido pero bajo. Noto que él ya no se contiene más... desde atrás me la mete despacio, notándola cada centímetro dentro de mí, hasta el fondo. Cierro mis ojos y me concentro para no gritar de placer. Es tal grado de excitación que me noto que me voy a correr ya. Él sigue con sus embestidas lentas y profundas que se vuelven en rápidas. Sus manos sujetan más mi culo, nos movemos rítmicamente al unísono. Mi respiración se entrecorta y gimo… gimo tan bajo como no pude hacer nunca. Los dos, empalagosos, nos corrimos al mismo tiempo. Por un instante lanzo un grito corto y ahogado. Los dos exhaustos nos vestimos rápido y nos ponemos las caras hacia la estantería como si estuviéramos buscando un libro.

Suspiro y le comento a Ángel “bueno…casi mejor aquí que no hay casi nadie que en el autobús” Esbozó su sonrisa encantadora. Antes de que nos pudieran ver me da un beso muy largo, húmedo y a la vez tierno. Él contesta “Pues te espero aquí todos los días”