Veronik Liberal

Veronik Liberal

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Hondos Deseos


Media noche de halloween, te descubro en la oscuridad mientras voy paseando por el jardín interior de la facultad. Me siento a tu lado mientras el viento mueve mi falda y revuelve mi pelo.

Nos miramos, el silencio es latente. Mi respiración es agitada, los latidos de mi corazón son persistentes, mis mejillas están ruborizadas.
Tus labios besan mi cuello, mi cuerpo se sacude. Suavemente vas lamiendo mi oreja hasta humedecerla, de pronto das un mordisco...

Tus ojos me buscan y  no puedo evitar que mis labios se peguen a los tuyos, nuestras lenguas se encuentran. Noto el deseo en cada beso. Tus manos van descendiendo por mi cuerpo, llegan los primeros escalofríos. No puedo evitar que las cosquillas retumben en cada rincón de mi cuerpo.

Vas acercando tus dedos a mis pechos, también a mis pezones. La incertidumbre me ha excitado. Facilitando el encontrarte con ellos, los aprietas con dos dedos girándolos, dándoles forma. Noto cómo van creciendo, cómo se van endureciendo. Arqueo mi cuello hacia atrás, los roces me van seduciendo. No puedo evitarlo, sabes que mi sexo se está mojando...

Tus manos toman rápido mi vientre y sin temores bajas mi ropa interior, que permanece sobre las rodillas. Tus dedos están acariciando mis ingles, separando  un poco más mis piernas, el deseo comienza a llenar la sangre que me recorre, el calor va humedeciendo los pocos poros que aún faltaban por empaparse.

Mis labios te buscan con urgencia, mis besos son bruscos, pero intensos. Tus dedos se van empapando, el leve ruido que nos rodea facilita escuchar la fricción contra mi sexo. Acaricias mi clítoris. Descubres que tengo el vello rasurado, lo que te excita más, provocando que eleve más mi propio grado de excitación. Quieres ver cómo mi cuerpo se sacude, acercas dos dedos y los llevas de nuevo al interior.

Mis caderas comienzan a moverse, denotando ganas de penetración. Noto cómo me hundes tus dedos hasta el fondo. Abro los ojos como platos y muerdo los labios, aprieto los dientes,  para evitar dejar escapar un hondo y agudo gemido al sentir como aprietas uno de mis pezones. Te miro con rabia, puedes leer en mis ojos la venganza por semejante atrevimiento. No tardo en hacerlo: mi mano baja la cremallera y sin importar quién pudiera pasar saco tu erección del interior y comienzo a sobarte con las manos, masturbándote para placer de tu cuerpo y deleite del mío.

Tu pene empieza a palpitar, surgen las primeras gotas. Me separas. Levantas mi cuerpo y me obligas a sentarme sobre tu miembro. Mis nalgas se mueven, tus dedos toman mis pechos y apretando los pezones comenzamos a cabalgar. El goce era tal que llegamos juntos al éxtasis. Nos quedamos acurrucados hasta que nos sobresaltamos al oír un ruido. Giramos la cabeza hacia el lugar del que provenía el sonido... ante nosotros una calabaza, con un rostro tallado, nos miraba inmutable, sonriendo con morbosa complicidad.