Veronik Liberal

Veronik Liberal

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Viajando al fin de la noche



Ante el plan imprevisto, me fui apresurada a vestirme. Mis pensamientos andaban a mil por hora, no sabía que ponerme. Así que decidí parar dejando mi mente en blanco y viendo la ropa que tenía en el armario.

***

Vero se había conectado al “msn” como costumbre. Cuál fue su sorpresa que vio conectado a Manu, y más que le hablara. Pasados un par de minutos ella aceptó con timidez la propuesta que le hizo él.
En el fondo, le encantaría verle, pero ir hasta su trabajo le imponía algo. Él le dejo claro que no había ningún problema, que estaba solo trabajando de vigilante de seguridad. Él le mandó un par de indicaciones para que supiese en donde estaba. A Vero no le resultaba complicado, conocía la zona.

***

“¡Listo! Esta falda verde con la blusa negra” Consideré al final.
Me vestí pensando en todos los momentos que tenía con Manu. Era de los pocos chicos que me ponían cachonda con una simple mirada. ¡Y lo  hacía todo tan bien! Me coloqué el abrigo, cogí el bolso y me fui para el coche. Arranqué y me dirigí hacia la nave en donde estaba Manu. Se notaba que era la noche del domingo, muy poco tráfico. Llegué rápido y aparqué justo detrás de su coche.

Al acercarme al portal con paso ligero le mandé un toque al móvil, conforme estaba allí. Escuché el portal abrir y apareció él. Mis ojos se abrieron como platos. ¡¡ Como le quedaba la ropa de vigilante!! La sonrisa que mostró Manu hizo que me empezara  humedecer.
-Pasa Vero.- dijo él


Nos adentramos hacia la garita y nos dimos dos besos de cortesía. Empezamos a hablar un poco de nuestras vidas. Hacía bastante tiempo que no sabíamos uno del otro, había tenido un viaje  de curro. Mientras charlábamos, yo no paraba de observarle. La ropa de vigilante le  hacía más corpulento de lo que era, y la pistola sujeta a un cinturón imponía mucho más. A veces me pillaba cuando quería ver hacia su paquete. Aunque no quisiese, mis colores salieron a relucir. Notaba calor en mi cara y cada vez más en el resto de mi cuerpo.

-Creo que a la conversación no le estás dando demasiada importancia, ¡eh, niña!- dijo mientras se acercaba a mí.
-Yo te estoy escuchando…- le  contesté esbozando una sonrisa.
-Ya…ya…- mientras, desabrochaba los botones de mi abrigo.
“¡Dios, que morbo! Así vestido y aquí, ¡en su curro!” Pensé.
Me quitó el abrigo y me susurró:
-Y si subo mi mano por tu muslo derecho interior, ¿pasa algo?
De mí boca salió un resoplido que no pude evitar. Intentando mantener la compostura le contesté:
-¿Qué va a pasar? Nada
- Entonces…habrá que hacer otra cosa…-mientras, su mano ascendía por mi muslo derecho interior hasta el pubis-¿y si acaricio ahí?

Parecía una bomba que iba a explotar. Como siguiese ya no podía controlarme. Ante la ausencia de mi contestación, decidí llevar mi dedo índice a la boca de Manu, que enseguida lo lamió con avidez y mirándome con deseo. Retiró su mano del pubis y cogiéndome de la mano izquierda dijo:
-Ven conmigo.


Cerró la puerta  y le seguí. A poca distancia llegamos a otra puerta que ponía en un cartel “Enfermería”. Entramos y él se dispuso a quitar el cinto en donde estaba la pistola y más objetos.

Se arrimó a mí y empezó a acariciar mi pelo largo con su mano izquierda. Su mano fue descendiendo hasta mi cadera. Se pegó más a mí y su boca entreabierta se topó con  la mía. Notando sutilmente los labios suaves enseguida nos fundimos en un beso rápido y brusco. Y sin parar de devorarnos desabrochó mi blusa. Se retiró y contempló mis pechos cubiertos por el sujetador blanco. Dejé pasar un par de segundos y decidí colocarme de espaldas a él. Moviendo mi culo de derecha a izquierda, notando como crecía su polla. Él, mientras, liberó mis pechos del sujetador. Los acariciaba de mil formas posibles. Mi excitación subía por segundos. Deseaba follarlo ya, pero quería disfrutar más de aquel momento, de aquel…morbo. Sus labios besando mi hombro, mi cuello, buscaban mis labios. Que rápidamente se deslizaron de nuevo con avidez. Sus manos bajaban  hacia mis piernas para subir mi falda. Sus dedos rozaron mi pubis cubierto por el tanga. Paró y decidió quitarme el tanga. Quedé totalmente expuesta a su merced. Siguiendo en la misma postura, me manoseaba continuamente. Mi respiración se volvía más acelerada y entrecortada.

-¡Que buen trabajo haces con tu culo!- Exclamó él.
-Y mejor que lo puedo hacer con mi boca.- Me di la vuelta, y me agaché.

Desabroché el pantalón con su ayuda, bajé la bragueta y bajé el calzoncillo. ¡Menuda erección tenía! Sin contemplaciones, abrí mi boca y la introduje hasta el fondo. Con la habilidad de mi lengua y labios estuve un rato chupándosela y succionándosela. Mientras, mi mano derecha instintivamente acariciaba sus testículos.

-¡Uf! Para nena.- Dijo Manu- Apóyate en la camilla.

Chorreando estaba aunque no tocara mi sexo. Apoyé mis manos en la camilla poniendo mi culo en pompa. Enseguida noté una lengua recorrer mi coño. Muy despacio y queriéndose meter. También la noté en mi clítoris. Ahí, la rozó de tal manera que mi cuerpo vibró de placer. Lo que sentí enseguida fueron dos dedos adentrarse en mí  a un ritmo rápido. No cabía ninguna duda, estaba muy lubricada.

“¡Uf, uf y uf!” – Expresé en alto.

Las manos de Manu se apoyaron en mi cadera para clavarme su polla dura. Al principio muy despacio. Luego fue aumentando de ritmo hasta que paró. Y cogiéndome desprevenida dio pequeños golpes a mi sexo hasta que percibí que me la introducía de nuevo. Esta vez muy rápido. No paraba de gemir, pero intentaba no gritar. Era consciente en donde estaba. Llegó un momento en el que las embestidas de él se convirtieron movimientos al unísono. Y juntos llegamos al clímax. Tensando nuestros cuerpos, él lanzando un resoplo de placer y yo gimiendo como nunca. Al retirarnos  nos dimos un beso muy dulce.
 
Cuando me disponía a vestir Manu me comentó todo sonriente:
-Así da gusto trabajar
-Pues tendrás que hacerlo más veces.-  Estando también toda sonriente.
Él hizo un gesto de aprobación. Terminé de vestirme, él de poner el cinturón y fuimos hacia la garita. 

Cogí mi abrigo, mi bolso y le susurré a Manu:
-Habrá que estrenar la garita…
Le exhibí una sonrisa pícara y nos despedimos con un beso muy afectuoso.